Espacios que se sienten: Cómo la luz, el color y los materiales afectan nuestras emociones

Luz, color y materiales en neuroarquitectura

Tabla de Contenido

Cuando pensamos en arquitectura solemos centrarnos en la forma, la estructura o la función. Sin embargo, lo que verdaderamente recordamos de un espacio es cómo nos hizo sentir. Y esa experiencia emocional está íntimamente ligada a elementos sensoriales como la luz, el color y los materiales. Estos no son meros detalles estéticos: son activadores emocionales.

La luz: algo más que visibilidad

La luz regula nuestros ritmos biológicos. La neuroarquitectura estudia cómo las distintas intensidades, temperaturas y direcciones de la luz natural o artificial pueden generar bienestar o, por el contrario, agotamiento.

  • Luz cálida (amarillenta): relajante, ideal para dormitorios y salas de descanso.

  • Luz fría (blanca azulada): activa la atención, útil en oficinas o cocinas.

  • Luz cenital o indirecta: reduce sombras duras y crea entornos más suaves y acogedores.

El color y su impacto neuroemocional

Los colores afectan la actividad cerebral a través de estímulos visuales procesados por el sistema límbico. Algunos ejemplos:

  • Azul: calma, confianza, serenidad.

  • Verde: equilibrio, naturaleza, frescura.

  • Rojo: energía, intensidad, pero en exceso puede generar ansiedad.

  • Amarillo: estimula la creatividad, pero puede saturar si se abusa.

El truco está en el equilibrio y en el uso del color adecuado para la función del espacio.

Texturas y materiales que hablan al tacto

Los materiales también generan respuestas emocionales, incluso si no los tocamos directamente. Visualmente, evocan recuerdos o sensaciones físicas.

  • Madera natural: calidez, cercanía, humanidad.

  • Hormigón a la vista: solidez, honestidad estructural.

  • Textiles suaves: refugio, comodidad.

  • Piedras: conexión con la tierra, robustez.

Incluso la reverberación del sonido sobre ciertos materiales cambia nuestra percepción emocional del espacio.

El poder de lo multisensorial

Los espacios no se viven solo con la vista. Un entorno bien diseñado debe tener en cuenta cómo se oye, cómo huele, cómo se siente térmicamente. Esa coherencia sensorial es la que permite una experiencia emocional plena.

En Naharay Arquitectos creemos que los detalles no son secundarios: son los que transforman un espacio funcional en uno significativo.

En el siguiente artículo hablaremos de un enfoque que complementa perfectamente a la neuroarquitectura: el diseño biofílico.

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